Páginas

Vistas de página en total

miércoles, 4 de enero de 2017

LA VIUDA



El día que murió Damián, Elisa vio asomar tras sus geranios un sol resplandeciente. Se sentó en la butaca azul, a los pies de la cama donde estaba tendido y se quedó mirándolo largo rato, buscando en ese cuerpo abatido algún vestigio de aquel hombre atractivo al que se empeñó en amar tanto, a quien entregó su voluntad sin oponer resistencia y de cuya pérdida no fue consciente hasta muchos años después, cuando ya no era dueña de sus sueños. Escuchó en su voz los pensamientos que hasta ayer fueron secretos y al darles rienda se creyó menos sola pero más libre, descubriendo que el monólogo le reportaba una satisfacción inesperada a la que no fue capaz de resistirse. 


-Aquí tienes a tu tórtola, Damián. Aún no entiendo porqué me llamabas así, por mis ojos grises me decías que era, y porque las tórtolas son fieles, puras, virginales. Es curioso que te recordara a ellas; yo, que nunca tuve alas, que nunca alcé el vuelo ni siquiera a un palmo del suelo. No puedo negar que te quise, tuvimos buenos momentos, sobre todo cuando nos conocimos ¿Recuerdas el día que nos conocimos? Tropezaste conmigo en el pasillo de la Facultad y me rompiste las gafas, pensé que eras el tío más patoso del mundo y también el más atractivo. Recogiste los cristales con un papel, uno a uno, mientras me pedías perdón por tu torpeza. Me compraste unas gafas nuevas que aún conservo, aunque ya no me sirven para ver nada que no fueras tú cuando retirabas mi pelo para probármelas. Yo aún tenía cosas que decir, por ejemplo, no. A tí te gustaba que te dijera que no, eso te volvía loco. Un día llegó un sí y todos los no desaparecieron y yo desaparecí con ellos. Ahora ya te has ido, me dejas aquí, enmedio de todo, en esta isla que construiste para nosotros. Aquí está nuestra vida, en esto queda todo. Un montón de fotos viejas que alguien nos hizo y que no quiero volver a ver. No te guardo rencor, no es eso, hiciste lo que pudiste. Ni tú supiste hacerlo mejor ni yo fui capaz de cambiarlo. Me diste cuatro hijos, o puede que te los diera yo a tí, no lo sé, te he dado tantas cosas...Ahora puedo volar, es cierto. Me compraré unas alas, las más grandes que encuentre y me alzaré hasta el mar al que nunca me llevaste. Hoy muere la tórtola contigo, Damián, de puro tedio se muere. 



Siento, de verdad que lo siento, que haya sido hoy, pero ya lo había decidido hace tiempo y no podía echar marcha atrás. Si lo hubiera hecho, si hubiera cambiado de idea, hoy sería igual que ayer y no lo hubiera soportado. Es por eso, solo por eso, créeme; que hoy he tenido que decirte que no. ¡Llevaba tantos años sin decirlo! Ya sé que no podías respirar, que necesitabas mi ayuda pero si me hubieras dicho: "Ayúdame", imponiéndomelo, yo como siempre, hubiera ido sumisa hasta la cama, te hubiera incorporado y posiblemente ahora estarías vivo. Pero me has preguntado si te ayudaba a levantarte, que te ahogabas, que no podías respirar...¡acuérdate! me has dicho exactamente: ¿Me ayudas? y yo te he dicho "no", porque ya lo había decidido. No podías creértelo, lo he visto en tus ojos asombrados, no podías ni por un segundo imaginar que tu tórtola vieja diría que no, que ya estaba harta de decir que sí a todo. Entonces, querido, siempre fuiste tan torpe; te has dejado caer en mis brazos como un fardo y has acabado ahí, en nuestra cama...mirando al techo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dime qué opinas