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sábado, 11 de febrero de 2017

TAL PARA CUAL




                                           I

Se sintió ridículo mientras caía al vacío. Trece pisos más abajo y estaría muerto, pero le preocupaba no recordar dónde había visto antes esos zapatos. A punto de caer sobre el asfalto, notó un gran alivio. Todavía no había perdido la memoria.

"Me quedé mirándolos atrapado por el brillo de su piel azulada, una tira de terciopelo formaba pequeños dibujos desde el cabrillón hasta el quiebre, semejante a una pequeña serpiente huidiza. El escote, sensual, alargándose hasta la puntera dejando un espacio desnudo en mitad del recorrido. Se alzaban sobre quince centímetros apenas perceptibles, dos estiletes que anhelaba escalar a toda costa, y fue tal el desgarro ocasionado que comencé a sentir ese pálpito familiar incontrolable; esa necesidad de sucumbir y dejarme arrastrar por mis íntimos vicios sin culparme por ello. Con un dedo en el cristal, siguiendo la silueta de los Manolos, acabé su trazado y sin apartar el índice del escaparate, lo arrastré por él hasta que entré en el establecimiento con forzada sonrisa. Unos minutos después salía de la tienda con la caja en la mano, estaba ansioso por llegar a casa para disfrutarlos a solas, después vendría lo demás. Encontrar los pies que le dieran vida.


martes, 7 de febrero de 2017


EL CHEF






En las cocinas del Hotel Louis XV, el más lujoso de París, el ambiente podía cortarse con un cuchillo. Los cocineros, conscientes de que el prestigio del hotel pendía de un hilo, formaban estáticos como soldados, a la espera de que el Chef Alain Dijon hiciera entrada en su feudo y les diera las instrucciones pertinentes. Todos ellos miraban sin pestañear la brillante puerta de acero mientras estiraban silenciosos sus blancos uniformes recién planchados y enderezaban los gorros sobre sus cabezas. Sin embargo, Marcel de Déssir, lucía una espléndida sonrisa que parecía no ajustarse a las circunstancias.  Sus ojos chispeantes volaban por la cocina admirando la inmaculada encimera metálica, los fogones relucientes y listos para su uso, las especias perfectamente ordenadas en los estantes o las cacerolas y sartenes alineadas por tamaños con tanto lustro que pudo ver su reflejo multiplicado a lo largo de la cocina al igual que los espejos deformantes de las ferias.