POR LA GLORIA DE MI MADRE
El rostro compungido de Toñi permanecía pegado al cristal del velatorio. Nadie se atrevió a decirle que un rulo olvidado anidaba en su pelo, o que un hilo blanco pendía con descaro de una flor de su negra chaqueta. Ella seguía en pie frente al ataúd, ajena al ir y venir del gentío que presentaba sus condolencias.